uniti per la vita

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lunes, 2 de diciembre de 2013

Cuando me desperté el sol me alumbraba directamente a la cara, me arropaba con su calor y me hacía sentir en casa, nunca había tenido esta sensación de pertenencia, estaba abrazado a una mochila que tenía mi nombre, no quise abrirla pero me la colgué, ya tenía idea de que podía contener.

Llegue a una isla donde la vista era hermosa, estaba habitada pero nunca me importó, la isla tena vida propia no existían dueños, gobernantes ni gentilicios. La gente estaba de paso, siempre había alguien admirando las bellezas ofrecidas, algunos aprovechándose de estas y otros disfrutándolas.

Nadie se tomaba el tiempo necesario de sentir la temperatura de sus playas, de ver la altura de las olas, de cómo los arboles se movían por la fuerza del viento, ver como el tiempo no hacia estragos a su alrededor.

Yo lo hice

Sentí cada grano de arena, como mi corazón se aceleraba con los sonidos tan parecidos a la música que se filtraban desde el bosque, intente llegar al centro, al motor que hacía a todo este lugar moverse, al corazón de la isla.

No había mapas, mensajes dentro de botellas o indicaciones pero lo hice, la isla sola me fue dando las pistas solo tenía que observar, observar algún camino en forma de sonrisa, algún batir de ramas que se agitan como pestañas. Algunas veces me encontré con piedras que no me dejaban avanzar, o en lugares donde no llegaba ningún sonido, pero la isla me dejo explorar.

Sentía una gran atracción como si un imán gigante escondido en alguna parte hubiese descubierto la caja de metal donde guardo lo que siento.
Lo sentí, sentía como esa caja se sacudía en mi interior a fuerza de la energía que aplicaba sobre mí esa isla, sentía que estaba cerca, el dolor era lacerante en mi pecho, como si la caja se quisiera escapar pero como siempre intentaba controlarla, acallarla, acostumbrarme al dolor, acostumbrarme aun más.
Hasta que llegue.
Era un lago, lo sabía, tenía que ser agua.
El lago era grande, y de un azul tan claro que podía ver mi cara si quería, la razón era que no quería verla, quería ver la suya.

Arremetí contra el agua, dando grandes brazadas, con cada bocanada de aire sentía una nueva fuerza encontrada, como si yo pudiera con el peso del mundo, ayudaría a atlas en esta labor si me lo pidiera en este momento, pero solo puedo cargar tanto peso. Era suficiente con mi caja de metal y mi mochila de cargas emocionales innecesarias.
En el centro del lago me di cuenta que tenía que hundirme y toda mi vida estuve luchando contra eso, a pesar de que la caja y la mochila me hundían con su peso intente no sumergirme.

Decidí quitarme la mochila, dejar mi espalda al descubierto, dejar el campo abierto para que un enemigo o algún amigo pudiera darme una puñalada con confianza y a la luz del día.

Me hundí

No cerré los ojos porque quería disfrutar de cada sensación que la isla pudiera proporcionarme, el ardor en los ojos era mejor que llorar, y ver como los rayos del sol se filtraban por sobre la superficie del agua era un espectáculo inigualable.
Me faltaba el aire, sentía que me ahogaba pero no estaba desesperado, había dejado mi mochila y todas mis creencias, mis prejuicios y mis miedos estaban en ella.
Me sentía calmado al saber que moriría en un lugar así, tranquilo, dulce, abrazador y cálido.

Pero no sucedió

Seguía hundiéndome hasta que toque el fondo, disfrute de todos los colores, el cambio de gravedad y el sabor del agua.
Quería tocar la arena porque tenía un color distinto, cuando decidí agacharme me di cuenta que pesaba más, mi pecho se fue contra el piso y sentía como si mi caja se me iba a salir. El fondo del lago comenzó a absorberme de una manera violenta, agresiva y rápida.

Cuando pude abrir los ojos me encontraba en la copa de un árbol, ya no pesaba nada, no sentía el peso de mi caja, ni sentía que las emociones sueltas me agobiaban, no podía controlarlo, solo sentía felicidad, y decidí lanzarme al vacio.
Sentí como el viento se arremolinaba en mi cara, como movía mi cabello, como la ropa se pegaba a mi cuerpo.

Volé

Y lo entendí, estaba en nunca jamás, esa tierra donde la gente no pierde a su niño interior, donde con solo tener pensamientos positivos te hace volar muy alto, ese lugar donde puedes ser tu mismo.
Estaba en esa tierra llena de misterios, que quería conocer, de rincones que quería explorar, de cosas que quería tocar.
Pero decidí que era mejor dejarlo un día a la vez, conocerla solo un poco cada vez, dejarme maravillar con la cotidianidad de su rutina.

Ver como el día se acababa cuando cerraba sus ojos y luego ver como comenzaba otro con esa mirada que iluminaba todo.

Volví a mi casa, volví volando, igual ya sabía el camino de regreso, mirar al cielo saltar por la ventana, volar y girar en la segunda estrella a la derecha, y seguir volando hasta el amanecer.

Seguir volando por el resto de mi vida hasta el amanecer.

Pray for it...

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